
Este Año Jubilar 2025, con el lema Peregrinos de la Esperanza, nos invita a celebrar con alegría el espíritu que marca nuestra fe: la esperanza.
Nuestra fe católica siempre despierta en cada uno la esperanza por algo mejor; la esperanza que nos mueve a vivir con mayor plenitud. Juntos, como Iglesia, hacemos de este jubileo una oportunidad de renovación para profundizar y vivir nuestra fe con mayor intensidad.
La celebración del Jubileo también nos invita a cruzar la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro. Reflexionando sobre esto, me pregunto: ¿Cuánto permito que Jesús cruce —o, mejor dicho— cuán abierto está mi corazón para que Él pueda entrar? Jesús está a la expectativa: ¡Anhela ser recibido en el corazón de cada persona!
El jubileo—es decir, la alegría por el perdón, por la misericordia de Dios—no es producto de un acto externo. Más bien, es el resultado de un encuentro con Jesús en el diario caminar de nuestras vidas.
Muchas veces nuestros corazones pueden encontrarse cerrados o semicerrados. Son los prejuicios, vergüenza, miedo, desconfianza, etc. los que nos impiden abrir nuestros corazones al Amor infinito de Jesús. Para abrirlos, las puertas de nuestros corazones necesitan ser lubricadas por el poder de Jesús que golpea la puerta para que le dejemos entrar y regalarnos el jubileo de su Amor en su infinita misericordia. Él golpea con la gentileza de su Amor. Es un caballero que espera, pero que está a la expectativa de poder entrar.
Cruzar la Puerta Santa, o visitar las iglesias designadas en la diócesis, es una invitación para agradecer y seguir el ejemplo de Jesús. Él, en plena libertad, se dejó clavar en la cruz por Amor a nosotros y dejó que una lanza abra su corazón completamente para entregar su vida al Padre Celestial por nuestra salvación. Jesús, quien es Amor, nos enseña que para poder Amar tenemos primero que dejarnos Amar. Así nos dejaremos llenar de esperanza y nos convertiremos en misioneros de lo que recibimos.
Vale la pena repetirlo: ¡qué magnifica invitación tenemos este Año Jubilar de buscar visitar las parroquias designadas, de desear y esperar hacer esa peregrinación! Pero, la verdadera y más grande esperanza de la peregrinación del Año Jubilar es aceptar el reto de permitir que la lanza del Amor de Jesús atraviese nuestros corazones. De esta manera, quedaremos abiertos al jubileo de su Amor y ¡experimentaremos la inmensidad de la grandeza de su misericordia! En paz—con Él y con nosotros mismos—nos convertiremos en misioneros de la esperanza.
La alegría que experimentaremos no viene de ‘ganar’ sino de ‘recibir’ indulgencias y de saber que, en Jesús, a través de su vida sacramental, podemos experimentar la Amnesia de Dios frente a nuestros pecados y aprenderemos de Él a vernos a nosotros mismos de la misma forma que Él se compadece de nosotros.
Más aún, toda herida—del corazón, del alma, y hasta en la memoria—que permitimos que sea traspasada por la lanza del Amor y la vida de Jesús, queda sanada. Al unir nuestro dolor al dolor de Jesús en la cruz, nuestro dolor queda redimido y transformado en alegría. De donde antes emanaba dolor y reinaba la oscuridad, ahora quedan cicatrices que emanan el aroma del Dios que nos sanó: el Amor. Todas esas heridas que fueron tocadas por el Amor se convierten en medicina sanadora porque emanan ahora a quien nos Ama desde antes de la creación.
Dejemos que el Amor—que es eterno—nos sane y nos transforme en verdaderos Peregrinos de la Esperanza.
El Jubileo 2025
El Jubileo 2025: Peregrinos de la Esperanza comenzó el 24 de diciembre de 2024, cuando el papa Francisco cruzó la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro. El Año Jubilar continúa bajo el liderazgo del papa León XIV, quien llevó la cruz y guio a los peregrinos el 9 de junio de 2025 durante el Jubileo de la Santa Sede. El Año Jubilar, que incluye fechas específicas para honrar a artistas, voluntarios, diáconos permanentes, comunicadores, bandas de música y muchos otros grupos, concluye el 6 de enero de 2026. Según Catholic News Service, los organizadores se prepararon para recibir a 35 millones de visitantes en cuatro lugares oficiales del Jubileo: las Puertas Santas de San Pedro, San Juan de Letrán, Santa María la Mayor, y San Pablo. Incluso se limpió y restauró la Fontana di Trevi en Roma en previsión de la llegada de los visitantes a la zona.