'Conviértete en un nuevo Belén': Que en esta temporada nuestros corazones desborden de Amor

Frente a la continua revolución tecnológica y el auge de la inteligencia artificial (IA), debemos recordar que existe otra revolución más importante y profunda: la revolución del corazón —la revolución del Amor.

La revolución del Amor ocurre en el corazón, el lugar del verdadero encuentro con el prójimo, el verdadero encuentro con el Amor. Allí, en lo más profundo de nuestro ser, es donde nace la comunicación auténtica entre corazones.

Esta revolución la inició Dios mismo cuando nos envió a su Hijo, que se hizo uno más como nosotros, excepto en el pecado. La Navidad es el tiempo en el que celebramos el misterio de la encarnación y nacimiento del Hijo de Dios, Jesús hecho hombre.

Al venir al mundo, Jesús nos reveló una nueva forma de relación entre las personas: la Amistad que brota del Amor. Como recordó el Papa León XIV a la juventud reunida en Roma este verano: «La amistad es el camino hacia la paz.» La Amistad con Dios es precisamente la revolución que su cercanía provoca. He ahí la revolución de su Amor.

Es cierto que los avances tecnológicos facilitan la vida en muchos aspectos. Con la ayuda de la IA, hoy es posible tener conversaciones con personas que hablan distintos idiomas a través de la traducción simultánea e incluso se pueden generar homilías (aunque, claro está, ahí el Espíritu Santo no tiene cabida). ¡Todo esto es extraordinario!

Sin embargo, ningún avance tecnológico tiene sentido si no está al servicio del ser humano. La tecnología solo se puede usar correctamente cuando sirve a la persona. Cuando la tecnología deja de servir a la persona, termina por esclavizarla y destruir su dignidad.

El frío espiritual que siente el mundo es consecuencia del vacío interior de corazones cerrados a Jesús. La ausencia del Amor de Jesús en el corazón es la ausencia de Dios y donde no está Dios no existe nada.

Al celebrar la Navidad, no la recordemos solo como un evento pasado, sino como un momento en el presente, en el que Dios reestablece la verdadera forma de comunicación en nuestra propia historia.

Por más que hablemos el mismo idioma, muchas veces no nos entendemos, porque falta lo esencial, el Amor. Dios se hace nuestro prójimo y nos enseña que la Amistad se forja a través del lenguaje del Amor. El Amor con el cual Él nos Ama es la fuente de nuestra relación con Dios y con nuestros hermanos y hermanas.  Él se hace pequeño, se hace visible, se acerca, y busca nuestro rostro para despertar en nuestros corazones la Amistad con Él.

Vale la pena repetir: la auténtica comunicación del Amor es la Amistad con Él.

La familia es la escuela del Amor.

Dios no envió a su Hijo en el vacío. Escogió una familia para hacerlo, mostrándonos así el valor y la santidad de la familia —el primer lugar donde se aprende el lenguaje del corazón.

Por eso, no podemos aceptar que una cultura dominada por la IA aleje y separe a las familias, que destruya la verdadera comunicación entre personas y enfríe los corazones.

Celebrar la Navidad significa revivir ese espíritu: celebrar en familia, abrir el corazón, compartir y dejar que esa esencia —el Amor— penetre nuestras conversaciones y experiencias. Deseo que esta Navidad sea una oportunidad para que, reunidos en familia, nuestros corazones se enriquezcan con el diálogo, la escucha, el compartir en el servicio y la ternura; expresiones concretas del lenguaje del Amor.

Dejemos atrás la cultura de la indiferencia y la soledad, y demos paso a la oportunidad de encontrarnos con Jesús y la Sagrada Familia, para que nosotros también vivamos un verdadero encuentro de Amor y unidad en nuestras familias.

¡La IA nunca podrá sustituir las relaciones del corazón! El corazón del hombre encuentra su verdad y su razón de ser, no en la información, sino en el encuentro con Dios, en una relación de Amor. Solo Jesús puede llenar esa profunda necesidad de nuestro interior, de nuestro corazón. Él, que nació en el seno de una familia, nos enseña que es precisamente en la familia donde aprendemos el lenguaje del Amor, el lenguaje de la cercanía, el lenguaje de la vida.

En este tiempo de Navidad y Año Nuevo, abramos nuestro corazón a Jesús para que, con su Amor, lo transforme en ese Belén —en ese hogar donde, junto con María y José, Él pueda hacer su morada. Así, con nuestros corazones convertidos en Portales de Belén, estaremos dispuestos —como personas y como Iglesia— a dar la bienvenida a todos aquellos que buscan Amor, a todos los que buscan a Jesús.

¡Necesitamos ser Portales de Belén para ser transformadores en el Amor!

Recordemos que la salvación no proviene de la tecnología cuántica, sino de nuestra fe en Jesús, que se hizo hombre para enseñarnos a hablar su lenguaje: el lenguaje del corazón que es el Amor.

Solo así podremos participar y continuar en su revolución del Amor, porque solo se puede evangelizar con el Amor.