
Durante este año del Centenario, como parte de la celebración, se viajó por la diócesis con Jesús expuesto en la custodia: le llamamos “Jesús-en-salida.” En uno de los recorridos, paramos en un parque de casas rodantes y visitamos una familia que abrió su hogar a Jesús Eucaristía. Oramos, cantamos, y conversamos con alguno de los niños. Les pregunté: “¿qué quieren pedirle a Jesús?”
Las respuestas fueron muy diversas, pero una en particular me llamo la atención. Un niño de unos cinco años respondió: “Yo le pido a Jesús que nos dé una camioneta nueva.” Esta respuesta nos tomó por sorpresa y nos hizo sonreír.
Le pregunte por qué había hecho esa petición, y el niño explicó: “Es que quiero que nosotros (su familia) podamos ir a visitar a mis abuelitos que viven en México. Los extraño mucho, pero nosotros no podemos ir porque el carro que tenemos no funciona bien.”
Su razón me conmovió. Su petición no era para el mismo, sino para toda su familia: quería que todos pudieran visitar a sus abuelos. ¡No se enfocó en sí mismo! En vez, reflejó el profundo anhelo de responder a una necesidad común: el deseo de viajar, visitar, alegrar, y compartir la vida con los seres queridos.
Esta anécdota nos recuerda que Jesús-en-salida viaja por la diócesis a nuestro encuentro. Es un Jesús que brinda esperanza y necesita esa camioneta para acudir a todos esos hermanos y hermanas, que, por alguna razón u otra, se han alejado pero que necesitan una visita para volver a sentirse amados, queridos, y que recuerden que son infinitamente valiosos, irremplazables, e indispensables.
Jesús está ansioso de estar con su gente; quiere visitar y compartir su vida con todos y cada uno de nosotros. Quiere que lo invitemos a vivir todos los momentos y circunstancias de nuestra vida con Él. Jesús, que es Amor y misericordia, quiere encontrarse con su pueblo. Para hacerlo, no necesita una camioneta o carro físico, sino corazones con espíritu misionero: deseosos de recibirlo y de ser Sus compañeros en Su recorrido.
Un corazón así es el “Uber” que Jesús necesita para evangelizar porque el espíritu misionero, que es espíritu de esperanza, es esencial para compartir la alegría del Evangelio. Dios concede el espíritu misionero al que desea y recibe Su mensaje transformador de la Buena Nueva del Amor y la Esperanza. El Amor despierta el agradecimiento y la esperanza en el corazón, lo evangeliza, lo renueva, y lo transforma.
Ser “Uber” de Jesús significa responder al anhelo que existe en lo más profundo de cada ser: visitar y llevar el Amor a aquellos que, en las periferias, buscan sentir que el Amor es real. Ser “Uber” de Jesús es dejar que el Espíritu Santo, el Divino Escultor, moldee y esculpa a Cristo de nuestro corazón para que podamos experimentar la felicidad de servir al prójimo.
¿Por dónde empezar? Estamos llamados a comenzar con nuestra propia familia y llegar primero aquellos que, por distintas razones, están alejados, aislados o fríos. Muchas veces, no es la falta de una camioneta o coche lo que nos impide acudir a nuestros familiares, sino la ausencia de un corazón que se deje convertir en misionero de esperanza, en instrumento vivo de evangelización del Amor de Dios.
El Amor de Dios siempre renueva porque es siempre nuevo: abre la puerta a la esperanza de algo mejor cada día. Es esa novedad de la esperanza la que nos impulsa a soñar, a imaginar un futuro lleno de posibilidades frescas. Este Amor despierta en nosotros el afán de compartir lo que, con libertad y gratuitamente, hemos recibido.
Al comenzar la Cuaresma, asegurémonos que el espíritu misionero de Jesús-en-salida, ese espíritu de gratitud, siempre esté presente en la mejor diócesis del mundo.
Reconocer el llamado a ser Amados por Él, nos impulsa a elevar una oración de petición. Oramos para que Jesús-en-salida encuentre corazones dispuestos a ser tocados por Él y evangelizados con la verdad y la vida que Él nos ofrece, especialmente con Su vida sacramental y a través de su Iglesia.
Sigamos soñando y sigamos viviendo el presente en el Amor de Jesús. Así, nuestra diócesis podrá seguir proclamando el Evangelio del Amor y ser un faro de esperanza por otros 100 años más. ¡Que aquellos que celebren el bicentenario puedan experimentar y decir con alegría que nuestra diócesis sigue siendo “la mejor del mundo”!